Por Oscar R. Cáceres
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El año 2020 explotó un virus que detuvo la humanidad. Algunos dicen, es un año para olvidar. Otros claman por volver a la normalidad. No faltan quienes dicen que pronto saldremos de esta enfermedad. El Papa Francisco exclama ¡cómo estaremos sanos si el planeta está enfermo!
Cada uno tendrá su opinión y eso es bueno. Una opinión formada sobre la base de buenas informaciones y diálogos sinceros seguro nos llevará a acciones a favor de la vida. Vivir intensamente la vida y que todos vivamos con intensidad, en armonía con nuestro medio ambiente y el mundo espiritual, es el anhelo de los sabios de este universo, donde también nosotros vivimos y, por lo tanto, con la responsabilidad de cooperar para que así sea.
Los pueblos indígenas hablan del Buen Vivir, Vivir Bien. En nuestro caso Tekoporâ/Tekoaguyje, que en síntesis significa la armonía cósmica con nuestro ser y existir. Esta nueva actitud producirá el final de las desigualdades, las marginaciones, los atropellos a la dignidad humana y abrirá la puerta a una gran corriente de respeto al ser humano, sus relaciones, el ambiente y su sistema de creencias.
Nuestro planeta tierra ha venido enfermándose. Sigue hoy. Nadie sabe en qué estado se encuentra, solo sabemos que está enfermo y con él todos los que habitamos en él. Y, en estas condiciones, los sufrimientos y dolores pueden sentirse de modo diferente en el mundo desigual, pero, al final, todos seremos iguales porque igual pereceremos como el planeta.
Sin embargo, al reconocer que el planeta está enfermo por causa de nuestra deshumanidad, ya es el primer paso para reconstruir el universo, la regeneración de los bosques, la purificación de las aguas y el respeto a la naturaleza. En un pacto global guiado por un espíritu de fraternidad y armonía podrían reconstruirse también las relaciones entre las personas, los grupos sociales, las distintas culturas, sin privilegiados ni empobrecidos; y en un manso río llevarnos hacia la construcción de una sociedad diferente, con profundos valores humanos, naturales, culturales y espirituales.
En todo esto, el motor, el centro es el amor a la vida, del ser humano, de las distintas formas de vida en el planeta, las distintas culturas. El amor a la vida nos lleva a amarla, defenderla, promoverla y cambiar nuestras actitudes de desprecios hacia ella. La humanidad biocéntrica puede ser el inicio de una nueva forma global de vivir y reconstruir el planeta, nuestra Casa Común, al decir del Papa Francisco.
Un nuevo universo, como reseteado como los programas informáticos, donde todo sea diferente, donde no haya desigualdades exige la participación de los excluidos, olvidados y marginados. Es decir que participen con su voz, ideas, presencia y acción aquellas personas y sectores que han estado dependiendo de otro, de un político, o un religioso; incluido aquellos y aquellas que se pasan la vida cruzando los brazos y construyendo barreras en la mente. Que caigan los muros mentales y políticos. La pobreza es un buen productor de muros, hay que derrumbar estos muros como primer acto de rebelión en contra del empobrecimiento.
A veces uno piensa y se cuestiona. ¿Quiénes son los que producen pobreza y dominación? ¿Los ricos, los que tienen poder económico? O, ¿nosotros mismos producimos la desigualdad social, política y económica? Al quedarnos con los brazos cruzados, la mayoría de la gente está dejando para que el monstruo vaya y venga por el territorio del poder libremente. Incluso, muchas veces, los que cruzamos los brazos difamamos, negativizamos las acciones de los grupos organizados, que pueden ser nuestros vecinos, nuestro compadre y comadre que han adquirido otra conciencia y se han organizado para luchar por los derechos, no solo de ellos, sino de todos.
Sintámonos persona, respetemos y hagamos respetar nuestra dignidad. Tomemos conciencia de lo ocurre en nuestro alrededor y actuemos, cada uno podemos hacer mucho y si podemos unirnos tendremos más fuerza para derrotar la pobreza.
Hagamos un nuevo pacto con nosotros, con nuestro ambiente, con el planeta hagamos. Un pacto por y con la vida.
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