Y la calle se llenó de madres. Y de hijos e hijas, de alegría contenida. Madres, hijos, hijas, esposos, abuelos se encontraron en este espacio abierto por la calidez familiar para agasajar las madres de la Unión Vecinal, de la calle Cacique Cara Cará y sus adyacencias, del Barrio San Pablo de Asunción.
La organización comunitaria «Unión Vecinal» decidió homenajear a las madres de la vecindad. No había un espacio público, salvo la calle. Entonces, la familia de Cesar y Griselda abrieron las puertas de su casa y la fiesta se armó. Llegaron madres de todos los lugares. Y la casa se engalanó de globos y cintas de color, de regalos y flores. Y la fiesta se hizo. Hubo grupos musicales: el grupo Acuarela con su ballet, un conjunto mariachi que nunca falta y el dúo Paredes-Cáceres, uno de los más famosos del Barrio Nuestra Señora de la Asunción, Comunidad que este año cumple 50 años de fundación.
Y las madres bailaron. Aquí estaban madres dejando huellas en el piso con el baile, mientras otras madres hacían lo mismo, desde otro balcón, desde donde todos aplaudiremos alguna vez y para toda la vida. Hubo alegría. Y, quizás, sobre todo, hubo descubrimientos, reconocimientos.
Bien por los regalos, por las canciones. Bien por la gente joven que apoyada por las madres y familias dieron este momento a la vida comunitaria, difícil, pero llevadera cuando hay compañía.
Y las mamis: doña Odi «cómo sabe bailar», «Gloria y Mirian, verdaderas animadoras», «doña Miriam, animadora vale», «doña Feliciana con su vestido verde, también bailando», la pista estaba repleta de madres. Merardo, el músico, con su voz de locutor y animador, anunciando las músicas que han de interpretar y repartiendo regalos al público por aplaudir. Claro, esos regalos nunca llegarían, todos sabíamos, pero todas entramos en el juego.
¡Qué bien canta este dúo!, exclaman unas señoras. ¡De dónde salieron estos jóvenes que cantan y bailan tan bien!, por los integrantes del Grupo Acuarela. Los mariachis, no decepcionaron. Las jóvenes que coordinan la Unión, Paola, Diana, Lau y otras recorren atareadas, en silencio, si mucho barullo.
Y, con don Cesar, allá en el fondo, también acompañando con las palmas, surgen otras reflexiones: ¡qué bueno es encontrarnos! «Nos hacía falta estos encuentros», «antes, en la comunidad había más espacios para fiestas y encuentros vecinales», «ahora terminaron eso, ni canchita hay», «y que bueno que hayan abierto sus puertas para crear un espacio así donde encontrarnos y divertirnos», «si, esta fiesta debemos incluir ya dentro de los festejos de los 50 años de fundación del BNSA». Con el paso de los años terminaron las esquinas donde se jugaban futbol o vóley en la comunidad, o donde la gente se encontraba para una fiesta o una reunión. La inseguridad se apoderó de todos. Las familias se encerraron.
Y este encuentro de las madres es también el punto donde surgen nuevas ideas que regeneran nuestras capacidades de analizar y meditar sobre nuestras acciones. Mucho tiempo encerrados por la inseguridad. Más allá de los esfuerzos policiales, estos encuentros comunitarios pueden ser formas de resiliencias que se necesitan. Estas “puertas abiertas” dejan lugar para la solidaridad, los sueños, el canto, la poesía y la filosofía.
Y, en la Unión Vecinal encontraron una forma de divertirse de nuevo. Instalaron cámaras y sirenas cubriendo toda la zona. Estas quedaron como vigilantes mientras los habitantes gozan de un encuentro. Y, ¡qué bien esto de abrir las puertas del hogar para que la vecindad entre, con seguridad, a divertirse y conmemorar! Una fiesta de madres que puede ser un buen inicio de una vida comunitaria más intensa.


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