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La Juventud en el Año Nacional del Laicado

Por Mary Lezcano

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Hablar de la juventud e inserción en la Iglesia, de por si genera cierta manera de ver la realidad con la juventud, por la etapa misma que implica cambios, fuerza, energía, alegría, renovación y otras actitudes. Decir juventud, es decir siempre un modo nuevo de ver el mundo y la iglesia, y esta mirada en sí, se renueva la Iglesia si las posibilidades estructurales eclesiales ofrecen al joven su protagonismo y el espacio necesario para hacerlo[1].

 

Existe una generación de jóvenes en todas sus diversidades tanto culturales y étnicas que son constructores de una nueva realidad, donde sus manifestaciones están condicionadas por el espacio donde por lo general se movilizan, como la familia, las amistades, la migración, el mundo digital, así también aquellas búsquedas y limitaciones como la falta de trabajo, el acceso a la educación, el mundo del internet, el acceso al desarrollo en su comunidades rurales, todas estas experiencias vividas diariamente no hace ajeno al mundo del joven que intenta contar con un espacio juvenil en la Iglesia, como producir en ellos un enfrentamiento con la vida comunitaria eclesial o cuestionamientos de las prácticas religiosas. Todo esto genera nuevas comprensiones no solo del modo de ver la vida, sino la experiencia de lo religioso, y en esto la Iglesia, como la Pastoral Juvenil debe intentar saber acogerla como novedad, sentarse con ellos, escuchar, preguntar, discutir, pensar.

Dentro de estas nuevas experiencias también existe perspectivas nuevas, en la experiencia que me tocó vivir como lideresa de la Pastoral Juvenil, he podido reconocer que existe una caracterización de la juventud de la Pastoral Juvenil, tanto de aquellos que están en el proceso interno como de quienes alguna vez lo estuvieron, y este perfil es caracterizado como el joven voluntarioso, organizado y con la cabeza siempre pensando en lo procesual, es decir, el joven de la Pastoral Juvenil es voluntarioso de por sí y organizado, esto incluso muchas veces se traslada a su vida cotidiana. Esta acción de voluntariado social de su entorno por lo general no transciende, es decir, su perspectiva queda en la acción del momento y no toma suficiente conciencia de que la acción social puede ser transformadora de su entorno. En este proceso de educación en la fe,  es posible que no se refuerce la propuesta de  “Civilización de Amor” Tarea y Esperanza, la biblia de jóvenes de la Pastoral Juvenil donde la “Relación con la Sociedad” queda meramente en una actitud caritativa, o activista sin que fuera esta acción o proceso un apoyo que pueda capacitar al joven a tomar espacios alternativos y generar desde ellas la “lucha popular por estructuras más humanas” y su inserción en espacios donde pudieran aportar mayor incidencia política y social.

El recorrido histórico de la Pastoral Juvenil Latinoamérica, nos ha demostrado a lo largo de su recorrido como la juventud ha generado una organización laical fuerte, y en nuestro caso local, se puede ver en la Juventud Obrera Cristiana, la juventud de las ligas Agrarias entre otras donde en su clara opción asumen el compromiso y la misión ante los cambios de la realidad social y cultural.

Sin duda, existen miradas muy críticas de la juventud cristiana actual y su modo de ver el mundo con temas controversiales como el aborto, los feminismos, el machismo dentro y fuera de la Iglesia, las prácticas sacramentales como la celebraciones eucarísticas, es decir, esta participación protagónica que exigen los jóvenes ya no pasa por acomodar sillas o vender rifas si no exige una participación en la vida parroquial,  buscando transcender, y aquí existe una enorme responsabilidad del clero y los adultos  de acompañar estos procesos de formación y capacitación a fin de que sus posturas sean responsables, respetuosas y humanizadoras sin caer en retroceso como denoto en un caso reciente a través de un comunicado.

Existe muchos desafíos que un trienio o acciones sueltas no basta para dejar bases sólidas para fortalecer una Pastoral Juvenil que podrían ser:

– La Iglesia debe tomar en serio la asesoría y sobre todo la asesoría laical, invirtiendo tiempo, dinero y proceso para sostener una Pastoral Juvenil en perspectiva sinodal. Sin esto es muy difícil emprender otros nuevos horizontes en respuesta a las nuevas realidades de la Juventud, la Iglesia y la sociedad.

– Se necesita también una Pastoral Juvenil que sintonice con la psicología y lo socioeducativo de los jóvenes de hoy, es decir, revisar su contexto social, económico, político, cultural, religioso de manera global y a partir de ello reconocer cuál es su perspectiva de futuro dentro de la Iglesia y la sociedad, es decir, partir de su realidad.

– La Pastoral Juvenil, es una de las únicas pastorales que tiene un potencial por su enorme trabajo territorial bien estructurado, una base fundamental para generar efectos multiplicadores que impactan en la vida del joven y su comunidad, que si son bien aprovechadas pueden generar mayor  impacto de la misión eclesial.

Es posible soñar con una juventud y una iglesia comprometida con la vida, porque ellos siempre buscan la autenticidad, la coherencia, la alegría y buscan ser escuchados. El Papa Francisco en su última exhortación Apostólica a la juventud decía: “Para muchos jóvenes Dios, la religión y la Iglesia son palabras vacías, en cambio son sensibles a la figura de Jesús, cuando viene presentada de modo atractivo y eficaz. Por eso es necesario que la Iglesia no esté demasiado pendiente de sí misma, sino que refleje sobre todo a Jesucristo. Esto implica que reconozca con humildad que algunas cosas concretas deben cambiar, y para ello necesita también recoger la visión y aun las críticas de los jóvenes.”

 

[1] Exposición de Mary Lezcano durante el II Encuentro de Laicos, realizado el sábado 23 de abril, 2022

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