Por Dionisio Gauto Galeano
¿En qué consiste la sinodalidad que viene instalando el Papa Francisco en la Iglesia post-conciliar? Veremos que no se trata de una innovación cualquiera, sino que forma parte constitutiva de la Iglesia.
La sinodalidad es una palabra que contiene mucha riqueza en el contenido. Como viene desarrollando el Papa Francisco y muchos teólogos y pastoralistas, el concepto de sinodalidad viene a dar una visión mucho más ampliada de la Iglesia a partir de su definición en el Concilio Vaticano II. Por eso en las líneas que siguen nos ocupamos del tema, procurando aclarar y profundizar en su conocimiento. Vamos a encontrar seguramente una visión un tanto diferente de la Iglesia, más rica y atractiva de la que habitualmente tenemos de ella. Nuestra presentación es en forma sencilla, en un lenguaje más bien popular, con el fin de que esté al alcance de todos nuestros lectores.
Una Iglesia sinodal es una Iglesia inclusiva
En fecha reciente decía el Papa a una multitud de jóvenes en Portugal: “Somos amados como somos. En la Iglesia no sobra nadie. Cabemos todos. Todos. TODOS. Hay espacio para todos. Y si no hay, por favor hacedlo”.
La Iglesia incluye a todos los bautizados y confirmados. Es el pueblo de Dios del Nuevo Testamento, como Israel era el pueblo de Dios en el Antiguo testamento. Es una Iglesia que está constituida por todos los que creen en Cristo, y se han sido bautizado en su nombre. Lo dice muy bien el documento “Gozo y Esperanza”: “es la comunidad de hombres que reunidos en Cristo son guiados por el Espíritu Santo hacia el Reino del Padre”. Incorporados a Cristo por el bautismo, formamos el Pueblo de Dios; un Pueblo en marcha, en camino hacia el Reino del Padre; Cristo camina con nosotros; Dios camina con su pueblo. Así encontramos en Lumen Gentium (Vaticano II), que define la Iglesia como Pueblo de Dios. Pueblo, en griego, se dice laós, y de ahí viene laico; de modo que el laicado es pueblo de Dios, la Iglesia. Como dijera el Papa Pablo VI a una delegación de laicos: “no digan que pertenecen a la Iglesia, sino que ustedes son la Iglesia” (somos laicos, laos, o sea Iglesia). Por eso cuando estuvo recién terminado el Concilio se decía: “Yo también soy Iglesia”.
El otro documento del Concilio que define lo que es la Iglesia es Gaudium et Spes; este documento nos dice que la Iglesia es la “Comunidad de hombres que, unidos a Cristo, son guiados por el Espíritu Santo hacia el Reino del Padre”. Aparecen las tres personas divinas e esta definición de la Iglesia; nuestro caminar es hacia esa comunidad divina del cielo. Dios es comunidad; es familia. (Dice el canto: “Juntos como hermanos, miembros de una Iglesia, vamos caminando al encuentro del Señor”). Jesús es camino, verdad y vida.
Iglesia que se origina de abajo.
Su base, en L.G. es el pueblo de Dios. En G.S. es la comunidad de hombres unidos a Cristo, es decir, bautizados. Es el cuerpo de la Iglesia, a cuyo servicio están los sagrados ministerios y los ministros: ministerio es servicio; ministro significa servidor, como Cristo quien dijo: “He venido para servir y no para ser servido”.
En la práctica, definimos tradicionalmente la Iglesia desde arriba; o sea, decimos que la Iglesia es el Papa, los obispos, los presbíteros, etc. hasta llegar a la base, al pueblo, la comunidad de bautizados, o sea, el laicado, que constituye la mayoría. En nuestro país, la comunidad de los bautizados constituye más del 80% de la Iglesia.
La Iglesia está constituida por:
1) LOS CLÉRIGOS (obispos, presbíteros, diáconos).
2) LOS RELIGIOSOS/AS).
3) LOS LAICOS/AS
Todos tienen la misma dignidad, pero con diferentes funciones. La palabra SÍNODO, viene de dos palabras griegas, SIN y ODÓS, o sea, “juntos” y “camino”; o sea, hacer juntos el camino: caminar juntos todos los miembros de la Iglesia y Cristo con nosotros.
Iglesia sinodal=Iglesia inclusiva
“En la Iglesia no sobra nadie. En ella cabemos todos. Todos. TODOS. Hay espacio para todos, y si no hay, por favor hacedlo”. Son palabras recientes del Papa Francisco. La Iglesia incluye a todos los bautizados, sin discriminación alguna; sean hombres, mujeres, jóvenes, niños; justos y pecadores.
En la práctica, necesitamos una Iglesia más inclusiva y menos clerical. Porque Iglesia no son solamente los clérigos y los religiosos. La mayoría son laicos. Ocho de cada diez habitantes de nuestro país son bautizados; o sea, son cristianos; miembros de la Iglesia; son laicos.
“Hombres de Iglesia en el corazón del mundo”.
Los laicos cumplen su misión en la Iglesia y en el mundo. Principalmente en el mundo, es decir, en las realidades temporales, como la vida familiar, la política, la economía, la cultura, etc. Somos cristianos, es decir, seguidores de Cristo, discípulos de Cristo; tenemos que manifestar que creemos en nuestro Maestro, Nuestro Señor Jesucristo. Conocer su voluntad, su doctrina, sus enseñanzas, y vivirlas. O sea, el testimonio de vida. Misión de todo cristiano es “anunciar el Reino y construirlo ya desde ahora, un Reino de Verdad, de justicia, amor y paz” (Mateo 28).
El testimonio de vida.
La Iglesia nos dice que no debe haber separación entre fe y vida: o sea, que no vaya por un lado nuestra fe en el Señor y por otro lado nuestra vida, nuestro testimonio de vida. “El divorcio entre la fe y la vida” (G.S. 43), que dice el documento del Concilio; y es lastimosamente un mal de nuestro tiempo; tenemos que poner en práctica nuestra fe; vivir de acuerdo a nuestra fe: demostrar en nuestra vida, en nuestra conducta, lo que creemos: que formamos una comunidad cristiana; una comunidad de fe, esperanza y caridad. Que el amor cristiano debe ser el signo de esa comunidad. Como decían de los primeros cristianos: “Mirad cómo se aman”. Pues vivían todos como hermanos; tenían todo en común; nadie pasaba necesidad, como se lee en los Hechos de los Apóstoles (2, 43)
Capacitación para la participación.
Paraguay es el país con mayor porcentaje de laicos católicos; y sin embargo también es el país con más desigualdades sociales y económicas. Es decir, por un lado, va nuestra fe, nuestra creencia cristiana, y por otro lado va la vida. Sin embargo, según la voluntad de Cristo, el laico cristiano debe ser luz, sal, fermento, en el mundo. Si los laicos fuéramos realmente cristianos que viven de acuerdo a sus convicciones cristianas, no debería existir tanta corrupción y tan grandes desigualdades sociales.
Los pastores deben ayudar en la capacitación de los laicos; que tengan mejor formación, sobre todo en la enseñanza social de la Iglesia. Esto lo hemos escuchado decir al Cardenal Martínez en una predicación en Caacupé; decía él: “Es débil el compromiso social y político de los laicos porque en las estructuras de la Iglesia se ha puesto mucho énfasis y esfuerzo en la catequesis y en la liturgia, pero dejando postergado el rico Pensamiento Social de la Iglesia, que nos haga comprender que la dimensión social es esencial en la misión evangelizadora de la Iglesia” (1/Dic./22).
En otras palabras, la Iglesia se centra mucho en los templos, en los sacramentos. Falta más presencia en lo social, desde la familia, la primera y más pequeña comunidad, hasta la mayor y más completa que es la comunidad política. Seguramente por esta falta de mayor insistencia en la evangelización desde la familia, la falta de una verdadera pastoral familiar, los matrimonios y las familias se han debilitado; una consecuencia que podemos ver, es que las cárceles están llenas de gente joven que ha caído en los vicios y en la delincuencia.
Los pastores deben dar lugar y espacio a los laicos en la misión que tienen en el mundo, o sea, en el conjunto de las realidades temporales o terrenales.
Al respecto, podemos citar algunas expresiones del Concilio, tales como:
- “Saben los pastores que no han sido instituidos por Cristo para asumir por sí solos la misión salvífica de la Iglesia en el mundo…; todos unánimemente cooperen en la obra común” (L. G. 30).
- “Los sagrados pastores reconozcan y promuevan la dignidad y responsabilidad de los laicos en la Iglesia” (L.G. 37).
- “Los laicos ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde” (L.G. 31).
- “En la Iglesia existe una auténtica igualdad entre todos los fieles en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo” (L.G. 32).
De este modo vemos que los laicos constituyen un papel relevante en la Iglesia sinodal.
Una Iglesia sinodal es una Iglesia participativa
Participar, ser parte, formar parte de la vida y de la gestión de la Iglesia. Ejemplo de esto encontramos desde el inicio mismo de la Iglesia. Aquí podemos recordar la elección de Matías en reemplazo de Judas que se había quitado la vida luego de traicionar a Jesús. Leemos en Hechos 1, 15-16 que “Pedro se puso de pie en medio de los hermanos, que eran alrededor de ciento veinte, y les dijo… y cuenta que “echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías, el cual fue agregado a los once apóstoles”.
La misión de la Iglesia es una: proclamar el Reino y construirlo ya desde ahora; pero las funciones son muchas, como muchos son los miembros de la Iglesia (como dice San Pablo a los Gálatas); todos los miembros tienen una función que cumplir y tiene espacio para participar.
Otra palabra empleada (en vez de difundir el Reino), es Evangelizar. Cuando decimos que la MISIÓN es la EVANGELIZACIÓN, resulta más claras sus tres dimensiones que son: la pastoral profética, la pastoral litúrgica y la pastoral social. O en otras palabras:
1) el mensaje anunciado y explicitado (pastoral profética, de la palabra, el kerygma = los primeros conocimientos; los más elementales);
2) el mensaje celebrado (pastoral litúrgica, misa, sacramentos);
3) el mensaje vivido, testimoniado (pastoral social o caritativa).
“El laico es, a su modo, también sacerdote, profeta y rey”. Sus funciones están principalmente en la pastoral social (concienciación, organización, educación, promoción integral, y asistencia en los casos de emergencia)
Una Iglesia sinodal es una Iglesia que se democratiza
La Iglesia no es democrática en su origen (porque el poder no le viene de abajo, de la base; sino de arriba, de Cristo, de Dios. Pero es democrática en sus fines. “Una Iglesia en salida hacia las periferias”, hacia los sectores populares más empobrecidos. La opción preferencial por los pobres. Está al servicio de la salvación de todos.
(El Papa Pablo VI se expresaba así en una audiencia general de los miércoles: “La Iglesia, en el ejercicio de su autoridad, es –para usar un término corriente—democrática en su finalidad, pero no en su origen, ya que su poder no se deriva de la llamada “base”, sino de Cristo, de Dios, ante el cual únicamente es responsable” (J.M. González Ruiz, “Dios está en la base”, pág. 8).
“El que quiera ser el primero, que se haga el último, el servidor de todos”. “El que quiera ser mayor, que se haga el más pequeño”.
Una Iglesia sinodal es descentralizada.
En la práctica los clérigos, la jerarquía, constituyen el centro y eje de la Iglesia, pero deben dar espacio y participación a todos los miembros de la Iglesia. El Papa Francisco dice que “El clericalismo es un cáncer en la Iglesia, es una lepra”. Los miembros deben ser todos iguales. (cf.L.G. 30 al 37). El clericalismo lleva al autoritarismo, hacia una Iglesia-poder, que no debe ser así. El autoritarismo, a su vez, lleva hacia la corrupción en la Iglesia.
Esto nos lleva hacia el cambio en la estructura de la Iglesia: superar la estructura piramidal, que entiende la Iglesia de arriba hacia abajo, cuando, en realidad, tendría que comenzar de abajo, de la base, de los bautizados. Los bautizados pueden recibir otros sacramentos, pueden ser el diaconado, el presbiterado y el episcopado.
En los documentos del Concilio que hemos mencionado, la Iglesia se define de abajo hacia arriba: La Iglesia es el Pueblo de Dios, pueblo de bautizados, de laicos; esto en Lumen Gentium. Y en Gaudium et Spes: la Iglesia es la comunidad de hombres incorporados a Cristo por el bautismo.
Como Iglesia sinodal: caminamos juntos:
Es lo que nos dice la sinodalidad: caminamos juntos en la igualdad de dignidad, en el compartir equitativo de responsabilidades entre todos. Estamos en camino. Un camino que hacemos juntos.
Además de usar la expresión de “caminar juntos”, el Papa Francisco usa también otra figura: sentarse juntos en una mesa, jerarquía y laicado, todos los bautizados en Cristo, compartir la misma mesa, vernos la cara, escucharnos. “Escuchar, y no sólo oír”, dice el Papa. “Encuentro y escucha” es una expresión muy usada por el Papa, expresión que nos hace sentir que formamos una familia; sin que exista una brecha o distancia que aleje mucho entre jerarquía y laicado; pues se necesitan, se complementan; los pastores necesitan de los fieles y los fieles de los pastores. (Entre jerarquía y laicos hay “vinculación por recíproca necesidad”, L.G. 32). En términos tal vez un poco “irreverente” diríamos: que los obispos se sienten muy obispos; los sacerdotes se sienten muy sacerdotes (pa’íma he’í). Sin embargo, la infalibilidad se encuentra también en el pueblo fiel que está en comunión con los sagrados pastores.
La misión es una:
Cristo resucitado, antes de ascender a los cielos, dice a sus discípulos: “vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos…bautícenlos…y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado” (Mt. 28, 19-20). La misión es una, pero las funciones son muchas, como lo dice muy bien San Pablo en la comparación del cuerpo y sus varios miembros, cada uno con su propia función, pero necesitados los unos de los otros; si un miembro sufre, todo el cuerpo sufre.
La MISIÓN es una: anunciar el Reino e instalarlo ya desde ahora. Un Reino de verdad, de amor, justicia y paz. Una misión que tiene tres dimensiones:
El mensaje en cuanto anunciado, predicado (la pastoral profética).
El mensaje en cuanto celebrado (la pastoral litúrgica; los sacramentos).
El mensaje en cuanto vivido (la pastoral social, o caritativa; el testimonio de vida).
Una nueva eclesiología
A partir del Concilio Vaticano II, tenemos esta nueva visión de la Iglesia, que viene principalmente de los documentos “Lumen Gentium” (Luz de los Pueblos), y “Gaudium et Spes” (Gozo y Esperanza). Una nueva eclesiología, que se expresa en varias definiciones que nos llaman la atención, o sea, que nos parecen nuevas, sobre todo, en este documento Lumen Gentium. Escuchemos, para luego sacar de ellos nuestras reflexiones; porque nos muestra que la jerarquía no es toda la Iglesia; es, sí, la cabeza, pero el laicado es el cuerpo. No existe una cabeza sin cuerpo, ni un cuerpo sin cabeza. Lo mismo en la misión de la Iglesia: que es una, pero las funciones son muchas. Los laicos poseen su propio lugar dentro de la Iglesia, como bautizados y tienen un mandato directo de Cristo, como bautizados y confirmados. No son simples mandaderos de la jerarquía o, como se decía antes, “los brazos largos de la jerarquía”.
Encontramos esta enseñanza del Concilio en el documento Lumen Gentium sobre los laicos, a partir del número 30 hasta el 37; así podemos enumerar:
1.- “Saben los pastores que no han sido instituidos por Cristo para asumir por sí solos toda la misión salvífica de la Iglesia en el mundo”.
2.- “Los sagrados pastores conocen perfectamente cuánto contribuyen los laicos al bien de la Iglesia entera”.
3.- Se entiende que laicos “son los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde”.
4.- “A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios”. (Misión en el mundo significa en las realidades temporales, sociales, políticas, económicas, culturales).
5.- “Es común la dignidad de los miembros de la Iglesia, Pueblo de Dios. No hay, en Cristo y en la Iglesia ninguna desigualdad…”. “Todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3,28).
6.- “Aun cuando algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituido doctores, dispensadores de los misterios y pastores para los demás, existe una auténtica igualdad entre todos en cuanto a la dignidad y a la acción común a todos los fieles en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo”.
7.- “Los pastores y los demás fieles están vinculados entre sí por recíproca necesidad”. Los fieles a su vez, asocien gozosamente su trabajo al de los Pastores y doctores”.
8.- “El apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, apostolado al que todos están destinados por el Señor mismo en virtud del bautismo y de la confirmación”. (No por encargo o pedido de los obispos; no son “brazos largos de los obispos”).
9.- “También por medio de los fieles laicos el Señor desea dilatar su reino”.
10.- “En cualquier asunto temporal (los laicos) deben guiarse por la conciencia cristiana”.
11.- “Conforme a la ciencia, la competencia y el prestigio que poseen, tienen la facultad, más aún, a veces el deber, de exponer su parecer acerca de los asuntos concernientes al bien de la Iglesia”.
12.- “Por su parte, los sagrados pastores reconozcan y promuevan la dignidad y responsabilidad de los laicos en la Iglesia”. “Anímenles incluso a emprender obras por propia iniciativa”.
13.- “Son de esperar muchísimos bienes para la Iglesia de este trato familiar entre los laicos y los pastores”.
14.- “Los seglares (laicos) tienen el derecho de fundar y dirigir asociaciones y el de afiliarse a las fundadas” (A.A. 19).
15.- “Que los pastores den libertad y oportunidad a los laicos para actuar, y emprender obras por propia iniciativa” (L.G. 37).
¿Qué enseñanza sacamos de todo esto?
¿Qué podemos decir de todas estas afirmaciones del Concilio sobre los laicos y su lugar en la Iglesia? ¿Nos llama la atención el papel privilegiado, muy importante, que asigna el Concilio a los laicos? ¿No viene este documento a cambiar un tanto nuestra noción y nuestra visión de una Iglesia clerical y el papel pasivo, muy secundario que se tenía de los laicos dentro de la Iglesia?
Resulta muy clara, que la Iglesia está constituida no solamente por los clérigos, los consagrados, sino por todos los bautizados, por el laicado, compuesto por hombres y mujeres. ¿No es una nueva forma de ver la Iglesia, la nueva eclesiología del Vaticano II? Antes del Concilio, el papel de los laicos se reducía a escuchar, callar, obedecer. Se decía que eran “los brazos largos de la jerarquía”. O sea, eran mandaderos, enviados por los pastores: ahora aparece que su misión viene del mismo Cristo, mediante el bautismo y la confirmación, que el laico tiene su lugar y papel propio dentro de la Iglesia.
El Vaticano II quiso pasar de una Iglesia clerical a una Iglesia Pueblo de Dios; de una Iglesia triunfalista a una Iglesia en camino y de los pobres; son deseos que responden al evangelio de Jesús y a la Iglesia primitiva; pero quedaron un tanto frenados en el pontificado de Benedicto XVI y de Juan Pablo II. El Papa Francisco ha retomado el impulso renovador del Concilio y ha lanzado de nuevo la propuesta de: pasar de una Iglesia clerical, “verdadera lepra de la Iglesia”, a una Iglesia sinodal. “El clericalismo es un cáncer”, dice en otra parte el Papa; lleva al autoritarismo y éste a la corrupción, que produce los escándalos en algunos países del mundo católico.
Antes del Concilio, la Iglesia era entendida prácticamente como la jerarquía; confundíamos la parte con el todo. Decíamos, por ejemplo, qué piensa la Iglesia, qué dice la Iglesia, por qué no se pronuncia la Iglesia, etc. entendiendo por Iglesia la jerarquía, confundiendo la parte con el todo, pensando que Iglesia son solamente, los pastores, obispos, presbíteros. Ahora se hace la distinción entre la cabeza y el cuerpo, entre jerarquía y pueblo, porque todos son igualmente Iglesia.
Vemos de esta forma, que se va superando esa estructura piramidal, de arriba para abajo, o sea, concebida la Iglesia como: el Papa, los patriarcas, cardenales, arzobispos, obispos, presbíteros, diáconos; luego los religiosos; y allá al final, abajo, los laicos, para quienes ya no había una definición positiva, sino más bien negativa: “laicos son aquellos que no son ni obispos ni sacerdotes…”. Ahora en cambio comienza de abajo: la Iglesia como comunidad, como pueblo, compuesto por los fieles, por los bautizados, los creyentes, a cuyo servicio están los pastores, los ministros, que son servidores. (Recordar que Cristo dijo: yo vine para servir, no para ser servido).
Por eso ahora hablamos de Iglesia inclusiva (que incluye a todos los bautizados), participativa (donde todos los miembros tienen funciones que cumplir), democrática (al servicio de todos, principalmente de los grupos más vulnerables: los más pobres, marginados, etc.); descentralizada.
Dios quiere que todos los hombres se salven
Todo hombre, sea quien fuere, es siempre agradable a los ojos de Dios. Quiso Dios, sin embargo, realizar la salvación de los hombres reunidos en un solo pueblo, y no individualmente. Esta es la realidad que nos presenta la historia de la salvación desde Abrahám hasta nuestros días.
En el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios era Israel. En el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios es la Iglesia. Pueblo que, en griego se dice laós, de donde viene la palabra laico. En griego, porque en Grecia nacieron las primeras comunidades cristianas. Los primeros cristianos se alejaron del pueblo judío, que no aceptó a Jesús sino más bien lo mató en la cruz. (Él “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”). Entonces los apóstoles se dirigieron a los que vivían fuera de Israel, los llamados paganos o infieles. Las poblaciones de Grecia (donde formaron las pequeñas comunidades cristianas, fueron, por ejemplo, los grupos de los Efesios, Corintios, Filipenses, Gálatas, etc.). El idioma de estos nuevos grupos cristianos era el griego; por eso los libros del nuevo testamento están en griego, como los del antiguo testamento están en hebreo.
En griego “pueblo de Dios” se decía “laós tu Zeú”; y como dijimos, de laós viene laico, que es el cristiano, bautizado, miembro de la Iglesia. La Iglesia es el pueblo de Dios en el nuevo testamento; un pueblo de laicos; de bautizados en Cristo. Así vemos lo fundamental que es el bautismo. Entre las cualidades del pueblo de Dios encontramos que era “un pueblo de sacerdotes y de reyes”, es decir, un pueblo donde sus miembros están configurados a semejanza de Jesucristo, Rey y Sacerdote. (Recordar el canto: “Pueblo de Reyes, Pueblo Sacerdotal, … bendice a tu Señor”).
Entre los miembros de la Iglesia están entonces en primer lugar los bautizados en Cristo, los laicos, que están en la misma definición de lo que es la Iglesia del nuevo testamento. De ellos (de los bautizados, los laicos) van a salir los ministros sagrados, miembros de la Jerarquía (obispos, presbíteros, diáconos, cuyos nombres eran inicialmente: vigilantes (epíscopos, episcopein=mirar, observar, cuidar desde una altura el rebaño), ancianos (sabiduría, experiencias, respetabilidad); servidores (atención a las viudas, huérfanos, migrantes). Veamos los siguientes ejemplos:
1.- Juan XXIII, el Papa que convocó y presidió el Concilio, cuando fue recién consagrado Papa, le preguntaron los periodistas: ¿cuál es el día más grande, más importante, en la vida de un Papa? Y él respondió: “el día de su bautismo”. Su respuesta no fue: “el día de su elección, de su coronación, entronización”, etc., sino el día de su bautismo. El ser bautizado le permitió ser diácono, presbítero, obispo, cardenal y Papa. Nosotros, recordamos y festejamos el día de nuestro nacimiento, pero generalmente no recordamos el día de nuestro bautismo, que es el día más grande y más importante (cristianamente hablando).
2.- El Papa Pío XII, cuando recibió en audiencia pública a una delegación de laicos cristianos les dijo: “ustedes no sólo pertenecen a la Iglesia; ustedes son la Iglesia”. Después del Concilio también nosotros decíamos: “yo también soy Iglesia”. Nosotros somos la Iglesia, por nuestro bautismo. En la definición de lo que es la Iglesia entra la definición de lo que es el laico: pueblo de Dios (según L.G.); comunidad de bautizados en Cristo (según G. et S.).
3.- El Papa Pío X, que reinó en los años 1903 – 1914, antes del Vaticano II, escribió: “Solo el colegio de los pastores tiene el derecho de dirigir y gobernar. La masa no tiene otro derecho que dejarse gobernar como grey obediente que sigue a su pastor”.
Como puede verse, la expresión de este Papa es totalmente pre-conciliar; antes del Concilio; y totalmente superada por la doctrina del Vaticano II. El pueblo de Dios, pueblo de bautizados, pueblo laico, ya no puede ser considerado como una masa que sólo debe obedecer y seguir ciegamente al pastor. Tiene su lugar propio en la Iglesia. Tiene su misión propia que viene de Dios a partir del bautismo y la confirmación. No son simplemente delegados de los pastores.
Sintetizando:
Iglesia sinodal es el caminar juntos del Pueblo de Dios en la común dignidad y misión, con diversidad de carismas y ministerios, pero en igualdad fundamental (L.G. 32).
Sinodalidad es caminar juntos, pero en la igualdad y el compartir equitativo de responsabilidades entre todas y todos.
Ampliando: sinodalidad es comunión, participación y misión.
1.- Comunión:
Es fraternidad. Es sentarnos todas y todos en la misma mesa, con el mismo vestido blanco de nuestro bautismo, para reconocer los mayores problemas de nuestra Iglesia y resolverlos juntos. Es caminar juntos como bautizados, en la igualdad y en el compartir de responsabilidades. La sinodalidad nos llevará a una Iglesia en manos de los laicos. Así se desterrará el clericalismo, el patriarcado y el autoritarismo en nuestra Iglesia.
La comunión implica: escucha, fraternidad, tolerancia, apertura; aceptar diferencias; construir juntos el reino; construir con los pobres; nutrirse del testimonio de nuestros héroes y mártires; acercamiento a los “otros”, otras religiones, otros pensamientos; hombres y mujeres.
2.- Participación:
El poder compartido: en la parroquia, en la diócesis, en las organizaciones sociales. El laico se hace sentir, como laico, como Iglesia; igualdad entre los miembros, la misma dignidad, “partícipe a su modo de la condición profética, sacerdotal y real de Cristo”, a quien está incorporado por medio del bautismo.
3.- Misión:
La construcción del reino. Misión de una Iglesia en salida, al encuentro de los demás. Construir el reino en actividades humanas, religiosas, sociales; protestas, movilizaciones, partidos políticos, acompañar a víctimas de injusticias, etc. (Iglesia en salida hacia las periferias sociales y existenciales). Construir ya aquí y ahora el “reino de verdad, justicia, amor y paz”. “Venga a nosotros tu reino, decimos en el Padrenuestro.
El mundo exige sinodalidad
“El mundo de hoy exige que la Iglesia refuerce las sinergias en todas las áreas de su misión” (Papa Francisco). La sinergia viene a ser la coordinación y complementación de todas las fuerzas eclesiales, las potencialidades, virtualidades diversas existentes en la Iglesia.
Sinergia es el concurso activo y concertado de todos los órganos para realizar una función, con la activa participación de clérigos, religiosos y laicos, tanto hombres como mujeres. “La sinodalidad eclesial pasa por el rescate de la ciudadanía de los laicos” (Mario de Franca). Que los laicos participen en la gestión y en la dirección de la vida eclesial. “Lo que afecta a todos debe ser tratado y aprobado por todos” (San Cipriano). “Iglesia y Sínodo son sinónimos” (S.Jn Crisóstomo).
Dice también el Papa que “la sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo, su misión”. “La sinodalidad es lo que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio: que retome conciencia que es un pueblo en camino”.
En su discurso del 2015, dijo el Papa Francisco: “La sinodalidad es el camino que Dios quiere para la Iglesia del tercer milenio”. Caminar juntos en la misma dirección. Una Iglesia abierta a todos; una Iglesia de la escucha, “que sabe escuchar más que oír”.
En el 2019 tuvo lugar en Roma el Sínodo PanAmazónico, con participación activa de hombres y mujeres, religiosos/as y laicos; muchos dirigentes indígenas.
En el 2021 tuvo lugar la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe.
Luego se inició el Sínodo de la Sinodalidad, que comenzó a nivel de cada país, luego a nivel latinoamericano, para llegar al nivel mundial, actualmente en marcha, que culminará en octubre del 2024 en la ciudad de Roma, con el documento final que proviene de la Iglesia en su totalidad.
El Papa reconoce el “sensus fidei” del pueblo cristiano en armonía con los pastores.
Cambios en la misma Curia Romana: Participación
Mientras tanto ya se ve en la práctica la conversión sinodal. “Praedicate Evangelium” es una Constitución Apostólica, promulgada por el Papa Francisco el 19 de marzo/2022, cuyo contenido es la Reforma de la Curia Romana. Establece 28 departamentos permanentes. Son los dicasterios, tribunales, oficinas y unidades económicas y financieras.
El importante documento parte del principio de que todos somos discípulos misioneros; es decir, también los miembros de la Curia Romana; y deben servir a la evangelización. Es una revolución contra la burocracia del Vaticano. Es un retomar el espíritu del Vaticano II. Esta reforma se convertirá en un instrumento de ayuda a las diócesis.
El documento crea nuevos dicasterios para temas específicos, como la pobreza, la niñez, la ecología, la emigración y los refugiados. Lo más importante también es la participación de laicos. El tema de la mujer está y avanza. El dicasterio n° 1 ya no es la Sagrada Congregación de la Fe, ex Santo Oficio, sino el dicasterio de la Evangelización. La novedad es la posibilidad de tener laicos y mujeres al frente de los dicasterios.
El Documento entró en vigencia el 5 de junio/22, día de Pentecostés. El Papa ya nombró dos mujeres miembros de la Congregación para los Obispos. En el 2021 había nombrado, por primera vez, a una mujer n° dos en la Gobernación de la Ciudad del Vaticano (la Hna Rafaella Petrini). También en el 2021 el Papa nombró a la salesiana italiana Alessandra Smeribli como sub-secretaria del dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral; y a la javeriana Nathalie Becquart, como secretaria del Sínodo de los Obispos (primera mujer que votará en un Sínodo). Otra mujer ha sido nombrada por el Papa como secretaria de la Comisión Pontificia para América Latina.
Hacia una conversión Sinodal
Hace falta una conversión sinodal en toda la Iglesia, cabeza y cuerpo. Una “metanoia”, un cambio de mentalidad. Debe haber participación activa, consciente y comprometida del laicado en la vida y en la misión de la Iglesia. Se debe superar el clericalismo, con la participación del laicado; y, para ello, la formación, la capacitación, la organización de los laicos.
Presbíteros secularizados (Sacerdotes casados).
La Iglesia no puede desconocer la existencia de sacerdotes secularizados, que dejaron el ejercicio del ministerio sacerdotal, pero que conservan su fe cristiana y su amor a la Iglesia. Se calcula que en el mundo son más de cien mil los sacerdotes secularizados, que contrajeron el sacramento del matrimonio y forman una familia. La sinodalidad que, como queda dicho, es inclusión y participación en la vida y en la gestión de la Iglesia no puede olvidar o dejar de incorporar a estos miembros cualificados que actualmente se halla marginada por la jerarquía eclesiástica.
La sinodalidad sería incompleta sin los sacerdotes secularizados, ya que no pueden ser excluidos en virtud del bautismo, la confirmación, y el sacramento indeleble, el Orden Sagrado, que han recibido. La Iglesia sinodal parte de la base de los bautizados, que es partir del Pueblo de Dios (Lumen Gentium), o de “la comunidad de hombres que unidos a Cristo son guiados por el Espíritu Santo hacia el Reino del Padre”.
Como dijera el Papa Francisco: ”Somos amados como somos. En la Iglesia no sobra nadie. Cabemos todos. Todos. TODOS. Hay espacio para todos. Y si no hay, por favor hacedlo” (A los jóvenes, en Portugal 2023).
El mismo Papa Francisco había expresado en su E ncíclica Laudato si: que el mundo actual exige a la Iglesia una sinergia, que viene a ser la coordinación y complementación de todas las fuerzas eclesiales, las potencialidades y virtualidades diversas existentes en la Iglesia. Todos unidos en el camino, más aún con los que hoy son marginados que recibieron una formación eclesial y especialización en diferentes materias eclesiásticas que pueden ser de utilidad en el fortalecimiento de la Iglesia en el mundo.
Nadie debe quedar afuera por haber recibido otro sacramento, en este caso “el sacramento grande”, el matrimonio, que no puede ser incompatible con el sacramento del Orden.
La sinodalidad nos favorece, juega a nuestro favor, a favor de los secularizados. La prioridad del bautismo, el sacerdocio bautismal, es la base y fundamento de otras funciones en la Iglesia.
La sinodalidad, para ser coherente, exige que los sacerdotes secularizados tengan también activa participación en la vida y en la gestión de la Iglesia. Siguen siendo creyentes, miembros de la Iglesia; el mismo Papa Francisco también ha repetido en muchas ocasiones que el celibato sacerdotal es solamente una disciplina eclesiástica y no constituye una verdad de fe; no afecta a ningún dogma o verdad fundamental de la Iglesia.
Dionisio Gauto Galeano. Es Presidente de la Red Paraguaya de Laicos, REPAL e integrante de AMERINDIA Paraguay
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