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Impuesto a la soja, la corrupción y la maldición legionaria.

Por José Parra

 

El tratamiento de si los sojeros, empresarios agrícolas, tienen que pagar o no impuestos se trata en el parlamento nacional. Siempre que salta esta posibilidad de establecer un impuesto a este sector, como también al tabaco y bebidas, que consideramos justa y corresponde, hay una reacción de estos sectores que argumentan una serie de razones, entre ellos, que hay una incertidumbre de qué podría pasar y eso podría implicar una situación desfavorable en el mercado y una reducción de la ganancia y hasta perdida. Calificando de irresponsable la sola posibilidad del pedido de que paguen impuestos, que algunos señalan un mínimo que seria el 5% de sus ganancias.

Sabemos cómo todos los sectores están colaborando, pequeñas y medianas empresas y otras de mayor volumen, los trabajadores informales, los funcionarios públicos, la ciudadanía toda, y además se esta endeudando extraordinariamente al país para solventar esta pandemia. ¿Será que todos estos sectores son irresponsables por colaborar en esta crisis y el único responsable sea el sector sojero y otros que cuidan y protegen sus ganancias incluso a lo que pueda suceder a largo plazo?

Consideramos totalmente injusto que, hasta ahora los parlamentarios, representantes de este pueblo, que está disciplinadamente luchando como siempre por el país, promoviendo la solidaridad y protegiendo lo más valioso de una nación que son las personas, aun en su pobreza y en sus precariedades, sigan protegiendo y rodeando de privilegios al grupo de sojeros, de fabricantes de cigarrillos, de bebidas azucaradas rechazando que paguen el justo impuesto por todo reclamado.

En el caso de los sojeros y otros granos se benefician de nuestra fértil tierra,  están arrasando con las deforestaciones y derrames continuos de agrotóxicos para su producción, contaminando para largos años la tierra y también las fuentes de agua. Además, son tan malos vecinos, porque sus fumigaciones químicas no respetan a las poblaciones y comunidades vecinas de pequeños agricultores, perjudicándolas en sus cultivos y en su salud.

Ellos también son los que utilizan con preferencia nuestras rutas, construidas con préstamos y cuyas deudas el pueblo lo tiene que pagar. Además de todas atenciones privilegiadas que reciben de jueces, fiscales, policías, de todo el gobierno, incluyendo a los parlamentarios, que en su mayoría responden a estos sectores.

Nuestra historia está llena de grandes hombres y mujeres, jóvenes, niños y ancianos que no dudaron en ofrendar sus vidas por la patria, por su dignidad, por su libertad y soberanía, luchando con valentía, y son admirados a nivel universal. Así es nuestra gente, desde los albores de nuestra patria, especialmente en las dos grandes gloriosas guerras, de 1864 a 1870 contra la cobarde triple alianza promovida por el imperialismo inglés y la guerra del Chaco de 1933 a 1935, promovida también por empresas petrolíferas trasnacionales.

Ahora de nuevo todo el pueblo, se pone fuerte ante esta epidemia, ante la amenaza grave de la COBID 19, se nutre de fortaleza y aun en su pobreza enarbola la bandera de la solidaridad, con admirable disciplina.

Sin embargo, aún nos persigue la maldición legionaria. Esa agrupación de traidores a la patria, que en su inmensa cobardía se había puesto a disposición del enemigo, alistándose a luchar contra su patria. El 25 de mayo, en Pirayu ocupada por los aliados, el general Mitre lee la proclama de la formación de la Legión Paraguay, entregándoles la bandera paraguaya para seguir luchando contra su pueblo.

Este batallón de traidores, aunque insignificante, participa en la toma de Piribebuy, en la quema del hospital de sangre paraguayo, quemando vivo a 800 soldados y ancianos heridos.

También participaron en la batalla de Acosta Ñu en la que mujeres y niños fueron masacrados, y los heridos quemados vivos en los campos de Acosta Ñu.

Los enemigos de la patria tuvieron el apoyo de esta despreciable por siempre legión paraguaya. Todas estas crueldades dirigidas por la figura francesa del imperio brasileño, el cruel, cobarde conde d‘eu, – no lo ponemos en mayúscula porque no se merece-. Aún más, mientras el resto de nuestro pueblo se  enfrentaba con el grito de Vencer o Morir en varios frentes de batalla,  en Asunción, ocupada y saqueada por los aliados, “que venían a traer la civilización al Paraguay”, se constituía el comité de legionarios para la formación del gobierno paraguayo, títeres de los jefes aliados, formando un triunvirato, constituyeron el primer congreso nacional, y entre sus primeros decretos pusieron fuera de la Ley al Héroe Máximo de la Nacionalidad el Mariscal Francisco Solano López, cuando aún estaba acompañado por patriotas, hombres y mujeres, en sangrienta lucha por la patria.

Entre tanto en Asunción se formaba un comité de legionarios, aquel comité se tituló el Club del Pueblo se componía de los paraguayos que desde Buenos Aires habían acompañados a los aliados. Hemos de citar sus nombres para que les conozca la nueva generación: Juan Francisco Decoud, Carlos Loizaga, Fernando Iturburu, José Diaz de Bedoya, Salvador Jovellanos, Miguel Palacios, Bernardo Valiente, Mateo Collar, Cirilo Rivarola, Juan José Decoud,, José Segundo Decoud, Pedro Recalde, Pablo Recalde, Bernardo Recalde, Cayo Miltos, José Maria Concha, Benigno Ferreira, José Gaspar Ortellado, León Machain, Francisco Guanes, Rufino Taboada, Federico Guillermo Báez, José del Carmen Pérez, Pedro Fernández…” “es bueno que la juventud paraguaya conozca sus nombres” ( Recuerdo de Gloria, Juan E. O’Leary, Servilibro, Asuncion,2010). Ahí estaban genuflexos ante los cobardes enemigos de la patria.

Esa terrible maldición legionaria aun no acaba, sus negras nubes siguen penetrando por los diferentes palacios de Gobierno,  de Justicia, del Ejecutivo y del Parlamento nacional… envuelve en su halito de traición, promoviendo y cultivando la corrupción en muchos de sus miembros, el robo a la patria, su negra influencia favoreciendo con privilegios a sectores que carcomen a la patria, mientras nuestro pueblo aporta hasta lo que no tiene por el sueño de una patria grande, libre y soberana por la que lucharon nuestros héroes, mujeres, hombres, ancianos y niños y dieron hasta su última gota de sangre.

Es hora quienes hoy están en los diferentes niveles y jerarquías del gobierno se sacudan, se nutran de patriotismo y desechen definitivamente esa negra maldición legionaria que aun sigue lastimando cobardemente a nuestra patria, con severo castigo a los ladrones y cobrando los justos impuestos a todos sin ningún privilegio, especialmente a los que más tienen, porque son quienes también se han beneficiados más de las inmensas riquezas de nuestro querido Paraguay.

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